miércoles, 8 de julio de 2015

ENTRE RELOJES LUJOSOS Y SOTANAS DESCOSIDAS

En un blog mexiquense de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo... ¡Bah!, hablemos en forma clara, pura y dura:
   
Ayer en el sitio Foro Católico publicaron un artículo criticando el hecho de que el Patrarca Cirilo I de Moscú usara un reloj Breguet avaluado en 30.000 dólares (lo cual en Rusia fuera tenido como un escándalo mediático ¡EN EL AÑO 2012!, o al menos, lo era para los liberales occidentófilos rusos), como si ello fuera hoy un óbice para no denunciar la corrupción moral de las potencias Occidentales lideradas por Obama y Bergoglio.
   
Foto del "escándalo"
  
El tema no es aquí si Cirilo I fue agente de la KGB (cosa que la Iglesia Ortodoxa Rusa ha negado repetidamente) o si esta bien la cercanía entre el Kremlin y el Patriarcado, mucho menos si puede usar relojes de lujo o no (cosa que es como dicen en Colombia, "el florero de Llorente", esto es, pelearse por una tontería). Aquí lo que hacemos es una reflexión sobre la sinceridad y la hipocresía reflejada en el vestir.
    
La modestia en el vestir no sólo significa el recato y el pudor, sino también el digno ornato que en razón del oficio o del estado se debe llevar. Y la humildad no significa miserabilismo ni desprecio por los bienes suntuarios, sino su justa valoración y el cuidado diligente.
   
El historiador Diógenes Laercio escribió en su Vida de los filósofos que en el siglo IV antes de Cristo, vivían en Atenas dos discípulos de Sócrates: Platón y Diógenes el Cínico. Diógenes el Cínico (que viene del griego Κυνικός y a su vez de κύων, que quiere decir "perro") tenía desprecio a Platón.
“La casa de Platón era una casa cómoda y llena de objetos bellos. Un día de mucha lluvia entró en ella Diógenes como una furia en su dormitorio y con los pies embarrados pisoteó las mantas bordadas y las alfombras, y después volvió a salir a la calle, tornó a ensuciarse a más no poder los pies, y regresó adentro a saltar sobre las mantas y las alfombras. Platón lo observó sin intervenir.
-¡Pisoteo el orgullo de Platón!- aulló Diógenes. -Con el mismo orgullo tuyo- respondió Platón.
Se cuenta que Platón le echaba en cara que debajo de sus harapos había un alma llena de orgullo.
   
Y el Angélico Doctor Santo Tomás de Aquino, al tratar la virtud de la humildad (y su opuesto, el vicio de la vanagloria) en la Suma Teológica, dice:
“El fin de la vanagloria es la manifestación de la propia excelencia… a lo cual puede el hombre tender de dos modos: primero, directamente, ya por palabras, y así tenemos la jactancia, ya por hechos, y entonces, si son verdaderos y dignos de alguna admiración, tenemos el afán de novedades, que los hombres suelen especialmente admirar, y si son ficticios, la hipocresía”. (II-IIae – Cuestión 132)
   
“…La humildad, en cuanto virtud, lleva consigo cierto laudable rebajamiento de sí mismo. Esto se hace, a veces, sólo con signos externos y es fingido, constituyendo la falsa humildad, de la cual dice San Agustín, en una carta, que es gran soberbia, porque parece que busca la excelencia de la gloria”. (II-IIae – Cuestión 161).

En examen, ambos pasan por vanagloria, pero Bergoglio además, está henchido de hipocresía y desprecio hacia un oficio que como usurpador NO EJERCE. Muestra de ello es que siempre aparece con la sotana deshilachada en las mangas:
   
Hipocresía en el discurso y las obras
   
No cabe duda que esta realmente es la falsa humildad, una soberbia refinada, o en términos de San Alonso Rodríguez y San Francisco de Sales, "humildad de garabato", aquella que se finge sólo para ser alabado y atraer a las gentes. Y Nuestro Señor condena esto en forma fulminante:
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que parecéis sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre! Así también sois vosotros: por fuera parecéis justos delante de los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad”. (San Mateo XXIII, 27)

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