viernes, 19 de junio de 2015

UNAS CONSIDERACIONES ACERCA DEL PROYECTO BERGOGLIANO DE CAMBIAR LA FECHA DE LA PASCUA

  
Ante la noticia de que Antipapa Francisco I cambiará la fecha de la Pascua para unificarla con la de los cismáticos “ortodoxos”, muchos se preguntarán: «Eso es de poca importancia. ¿A qué fin escandalizarse y rasgarse las vestiduras?». Pues ES DE CAPITAL IMPORTANCIA, TANTO ASÍ QUE EL SENTIR DIVERSO A LA ORACIÓN Y CREENCIA DE LA IGLESIA CATÓLICA EN ESTE PUNTO ES CAUSAL DE EXCOMUNIÓN.
   
En los primeros tiempos de la Iglesia, había gran confusión en cuanto a la fecha en que se debía celebrar la Pascua: En Asia Menor (actual Turquía) decían que debía celebrarse el 14 de Nisán (el mismo día que el sacrificio de los corderos en la Pascua judía -en adelante, Pésaj-), sin importar el día de la semana, ya que la Crucifixión fue el mismo día 14 de Nisán (de ahí el nombre de “cuartodecimanos”); mientras Roma (y todo el Occidente) sostenía que debía ser el Domingo siguiente al Pésaj, ya que los Evangelios escriben que la Resurrección de Jesús fue «el primer día de la semana, después del sábado», esto es, el Domingo.
   
San Policarpo de Esmirna y San Melitón de Sardes observaban la Pascua el 14 de Nisán, según San Ireneo, siguiendo la tradición legada por el Apóstol San Juan Evangelista. Mientras que en Roma, la práctica de celebrar la Pascua en Domingo, seguida por San Pedro y San Pablo era ley, y perpetuada por los Papas. Fue precisamente uno de ellos, San Víctor I, quien definió ex cáthedra que la Pascua debía celebrarse UNA SOLA VEZ al año en toda la Iglesia, el Domingo siguiente al Pésaj judío; y quien no siguiese tal, incurrirá en excomunión. Esto, en respuesta a la declaración cismática del obispo Polícrates de Éfeso, en la cual insinuó que San Víctor I era un hereje, diciendo:
«Somos nosotros los que celebramos el verdadero y auténtico día, sin añadir ni quitar nada. Porque también en Asia reposan grandes luminarias, que resucitarán el día de la venida del Señor, cuando venga de los cielos con gloria y en busca de todos los santos: Felipe, uno de los doce apóstoles, que reposa en Hierápolis con dos hijas suyas, que llegaron vírgenes a la vejez, y otra hija que, después de vivir en el Espíritu Santo, descansa en Efeso. Y además está Juan, el que se recostó sobre el pecho del Señor y que fue sacerdote portador del pétalon, mártir y maestro; éste reposa en Efeso. Y en Esmirna, Policarpo, obispo y mártir. Y Traseas, obispo asimismo y mártir, que procede de Eumenia y reposa en Esmirna. ¿Y qué falta hace hablar de Sagaris, obispo y mártir, que descansa en Laodicea, así como del bienaventurado Papirio y de Melitón, el eunuco, que en todo vivió en el Espíritu Santo y reposa en Sardes esperando la visita que viene de los cielos el día en que resucitará de entre los muertos? Todos éstos celebraron como día de Pascua el de la luna decimocuarta, de acuerdo con el Evangelio, sin cambiar nada, cumplidores de la regla de la fe. Y yo mismo, Polícrates, el menor de todos vosotros, (obro) conforme a la tradición de mis parientes, a algunos de los cuales he seguido de cerca. Siete parientes míos fueron obispos, y yo soy el octavo, y siempre mis parientes celebraron el día cuando el pueblo desterraba el fermento. Por lo tanto, hermanos, yo, que he vivido 65 años en el Señor; he mantenido contacto con los hermanos de todo el mundo, he leído toda la Sagrada Escritura y no me dejaré atemorizar por palabras aterradoras de espantapájaros, porque hombres más grandes que yo han dicho: es “necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”. Podría mencionar a los obispos que están conmigo, que vosotros me pedisteis que invitara y que yo invité. Si escribiera sus nombres, sería demasiado grande su número. Ellos, aun conociendo mi pequeñez, dieron su común asentimiento a mi carta, sabedores de que no en vano llevo mis canas, sino que siempre he vivido en Cristo Jesús». (Eusebio de Cesarea, História Ecclesiástica 5, 24)
Pasando el tiempo, los cuartodecimanos fueron disminuyendo, hasta llegar a ser un pequeño número en tiempos de Orígenes. Años más tarde, el Concilio de Nicea (año 325 AD) decretó al respecto:
  • La Pascua se debe celebrar a través de todo el mundo en el mismo Domingo (siguiendo la Tradición Apostólica y el decreto de San Víctor I).
  • Dicho Domingo debe ser después del décimo cuarto día de la luna pascual (esto es, que JAMÁS debe coincidir con la Pascua judía). 
  • Dicha luna debía ser considerada la luna pascual cuyo décimo cuarto día seguía al equinoccio de primavera (téngase en cuenta que entonces, el año solar comenzaba en el equinoccio de primavera –21 de Marzo del calendario juliano–).
Según el cánon niceno, el cálculo de la fecha apropiada de la Pascua (Cómputus) se realizaría en Alejandría, quien comunicaría el resulado a la Iglesia de Roma y ésta lo difundirá al resto del mundo. Esta decisión se tomó a raíz de que en Cilicia, Mesopotamia y Siria dependían del cómputus de los judíos para fijar la fecha de Pascua (los cuales, por seguir el calendario lunar, llegaban a celebrar Pésaj dos veces el mismo año solar), por lo que a veces celebraban la Pascua antes que los demás, de donde surgió el apelativo de “protopaschitas”. Es por ello que los Cristianos debían tomar un cómputus propio.
   
Pese a este acuerdo formal, las discrepancias continuaron por razones astronómicas. La Iglesia romana consideraba que el equinoccio de primavera era el 18 de Marzo y para calcular la edad de la Luna (epacta) utilizaban un ciclo de 84 años (en un primer momento, usaron el ciclo de 112 años atribuído al famoso Antipapa San Hipolito). Los alejandrinos para el cálculo de la edad de la Luna usaban el famoso ciclo metónico de 19 años. Estas diferencias, y otras menores, hacían que en la Iglesia romana nunca cayera con posterioridad al 21 de Abril, mientras que la alejandrina podía llegar a ser el 25 del mismo mes. En últimas, la epacta servía como una ayuda para fijar la fecha de la Pascua, y los conflictos en la materia eran dirimidos por la autoridad eclesiástica hasta el año 525, cuando Dionisio el Exiguo (el que introdujo la numeración de los años bajo el Anno Dómini o Era cristiana) convenció a Roma de que el cálculo seguido en Alejandría era más conveniente para la unidad en la celebración pascual.
   
También hubo cierta situación con los celtas (especiamente con la tradición hiberno-escocesa de San Columbano, que seguía el cómputus sirio y para el cual, el equinoccio era el 25 de Marzo), pero fue definitivamente solucionada al adoptar éstos el cálculo romano en el año 664 durante el Sínodo de Whitby, a instancias de San Wilfrido de York y el rey Oswiu de Northumbria.
    
En últimas, es preciso dejar claro que en términos astronómicos, el equinoccio puede tener lugar el 20 o el 19 de Marzo, si bien en el calendario gregoriano se establecen unas fechas astronómicas que, aún difiriendo ligeramente de las fechas astronómicas para la ciencia secular, son las que se emplean para el cálculo. Así las cosas, queda claro que la Pascua de Resurrección no puede ser antes del 22 de Marzo (en caso de que el 21 y plenilunio fuese sábado), y tampoco puede ser más tarde del 25 de Abril (suponiendo que el 21 de Marzo fuese el día siguiente al plenilunio, habría que esperar una lunación completa –29 días– para llegar al siguiente plenilunio, que sería el 18 de Abril, el cual, si cayese en Domingo, desplazaría la Pascua una semana para evitar la coincidencia con la pascua judía, quedando: 18 + 7 el 25 de Abril). Y así se hace constar en el Missale Romanum Tradicional.
   
Dejando claro lo anterior, pasemos a analizar la propuesta de Bergoglio: Primero dice que quiere asignar una “fecha común” para la Pascua (aunque sea sólo para los orientales), pero como modernista que se respete, ahora clama que la idea sea “extendida” así, según el mendaz Bergoglio: "Todos los fieles nos piden establecer una fecha común para la Pascua». ¡FALSO A MÁS NO PODER! Jamás en la historia de la Iglesia se ha propuesto cambiar la bi-milenaria fecha de la Pascua. Sólo se le ha ocurrido a los herético/cismáticos Ortodoxos del Este, que, irónicamente ¡NO ACEPTAN A BERGOGLIO COMO PAPA!, sino que lo ven como un líder herético de una braña cismática.
   
Ahora, eso no surgió de la nada. El unificar la fecha de la Pascua se halla planteado en la «Declaración del sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II sobre la revisión del calendario», que fue anexada al documento conciliar Sacrosánctum Concílium, el mismo que destruyó la Misa Católica tradicional en la iglesia deuterovaticana; y que pretende ¡incluso renunciar al Calendario Gregoriano en favor de un “Calendario perpetuo” civil! Dicho anexo contiene en su parte resolutiva:
    1. El sacrosanto Concilio no se opone a que la fiesta de Pascua se fije en un domingo determinado dentro del Calendario Gregoriano, con tal que den su asentimiento todos los que estén interesados, especialmente los hermanos separados de la comunión con la Sede Apostólica.
    2. Además, el sacrosanto Concilio declara que no se opone a las gestiones ordenadas a introducir un calendario perpetuo de la sociedad civil.
    Ya San Víctor I había excomulgado a todos los que no aceptaran la fecha seguida por la Sede Romana (que por la autoridad de San Pedro y San Pablo determinó que la Pascua será el Domingo, día en que Jesús resucita de entre los muertos). Ello testifica contra los cismáticos “Ortodoxos”, quienes están divididos entre sí, pues unos usan el calendario gregoriano –o más exactamente, el “juliano revisado”, propuesto en 1923 por el científico serbio Milutin Milanković– (el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, los Patriarcados greco-ortodoxos de Alejandría y Antioquía, los Patriarcados de Rumanía y Bulgaria –desde 1963–, y las metrópolis de Grecia, Chipre y Polonia –esta hasta el 15 de Junio de 2014–), otros perseveran con el calendario juliano (los Patriarcados de Jerusalén, Rusia, Serbia y Georgia; los monasterios de Monte Athos y Monte Sinaí, y los cismas veterocalendaristas de Grecia, Rumanía y Bulgaria), y solo dos usan el calendario gregoriano (las metrópolis de Finlandia y Estonia –del Patriarcado de Constantinopla–) de modo que entre cada facción, llegan a darse diferencias hasta de más de un mes en sus fechas pascuales.
       
    Cabe resaltar que entre los cismáticos, el calendario gregoriano es causal de anatema, según lo dispuso el Patriarca Jeremías II de Constantinopla en los Concilios Pan-ortodoxos de 1583, 1587 y 1593. Con todo, en 1922, el Patriarca Melecio IV de Constantinopla (modernista y masón de la logia “Armonía”) aceptó la adopción del calendario gregoriano (o “juliano revisado”) por parte de la Junta Militar griega, y al ser nombrado Patriarca griego de Alejandría, presionó al Patriarcado Ecuménico de Constantinopla a convocar Concilio y adoptarlo también. Ante ello surgio en Grecia el cisma veterocalendarista, que traspasaría también en sectores de Rumanía y Bulgaria. Unos y otros son análogos a los “veterocatólicos” surgidos tras el Concilio Vaticano.
      
    Naturalmente, los clérigos cismáticos han celebrado la decisión de Bergoglio de abandonar la fecha Romana de la Pascua en favor de la Bizantina, puesto que odian todo lo Romano, como llegaron a hacerlo Polícrates, Focio, Miguel Cerulario y tantos otros. Inclusive, llegarían a escupirle el rostro a los presbíteros conciliares, mientras Bergoglio continúa sus juegos ecumenistas anticatólicos. Bergoglio piensa que de esta manera destruirá la Iglesia Católica, pero sólo logrará destruir su propia secta herética, pues de tantas concesiones que hace (renunciar a ser Patriarca de Occidente y a nombrar Patriarcas de Rito Latino en Constantinopla, Antioquía y Alejandría; renunciar a la Tiara, pedir perdón a judíos, cismáticos y herejes, rehabilitar a los heresiarcas…) llegará a ser nada para el día de la Parusía.
       
    En conclusión, la Iglesia Conciliar está entregándose al dominio de los herético-cismáticos mal llamados “Ortodoxos” en pos de la “unidad de los Cristianos”, lo que demuestra que NO ES LA IGLESIA UNA, SANTA, CATÓLICA, APOSTÓLICA, ROMANA Y TRADICIONAL (a la cual deben convertirse todos los hombres y todas las naciones); y que Francisco Bergoglio Sívori (igual que sus antecesores Ratzinger Tauber, Wojtyła Katzorowski, Luciani Tancon, Montini Alghisi y Roncalli Marzolla; y todos cuantos le llegaren a suceder), SON ANTIPAPAS.

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