miércoles, 9 de abril de 2014

MEDITACIONES PARA LA CUARESMA - JUEVES DE LA SEMANA DE PASIÓN

MEDITACIONES PARA LA CUARESMA
     
Tomado de "Meditaciones para todos los días del año - Para uso del clero y de los fieles", P. Andrés Hamon, cura de San Sulpicio (Autor de las vidas de San Francisco de Sales y del Cardenal Cheverus). Segundo tomo: desde el Domingo de Septuagésima hasta el Segundo Domingo después de Pascua. Segunda Edición argentina, Editorial Guadalupe, Buenos Aires, 1962.
           
JUEVES DE LA PRIMERA SEMANA DE PASIÓN
  
RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE
Consideraremos mañana la Cruz como una cátedra sagrada, desde donde Jesucristo nos enseña: 1° A conocer a Dios: 2° A conocernos a nosotros mismos.
    
—Tomaremos en seguida la resolución: 1º De mantener en nosotros un gran respeto a Dios y a sus infinitas perfecciones y de atestiguárselo por nuestra piedad profunda en la oración y en el lugar sagrado; 2° De tener sumo horror al pecado y de tomar muy a pecho la salvación de nuestra alma. Nuestro ramillete espiritual será la oración de San Agustín: “¡Señor, que os conozca para amaros; que me conozca a mí para aborrecerme!”
        
MEDITACIÓN DE LA MAÑANA
   
Honremos la Cruz de Jesucristo como el libro de los escogidos y la ciencia de los santos; es ahí donde se aprende, mejor que la lectura de todos los libros, mejor que en la escuela de todos los maestros, lo que es Dios y lo que somos nosotros mismos. Agradezcamos a Dios Nuestro Señor esta enseñanza.
    
PUNTO PRIMERO - LA CRUZ NOS ENSEÑA A CONOCER A DIOS
CONOCER A DIOS ES, NO SOLAMENTE EL PRIMERO Y MÁS EXCELENTE DE TODOS LOS CONOCIMIENTOS, SINO EL MÁS NECESARIO, porque no se sabe adorar a Dios, respetarlo y humillarse ante Él, sino en proporción del conocimiento que se tiene de sus grandezas; no se le sabe bendecir y alabar, sino en tanto como se conoce su sabiduría infinita; no se le sirve por una vida santa, sino por el conocimiento que se tiene de su infinita santidad; en fin, no se le ama, mientras no se sabe cuan bueno es. LA CRUZ NOS ENSEÑA Y NOS DA LA MÁS ALTA IDEA DE ESTA GRANDEZA, DE ESTA SABIDURÍA, DE ESTA SANTIDAD INFINITA. 1º La cruz nos dice CUÁN GRANDE ES LA GLORIA DE DIOS, y estos mundos innumerables, en medio de los cuales la tierra entera, de la cual no somos sino una pequeñísima parte, es menos que una gota de agua en la inmensidad de los mares, hacen resaltar su grandeza. Sin duda, el profeta Baruc nos admira cuando nos muestra, a la voz de Dios, al sol y la luna venir apresurados por el camino que les señala; a los astros, viniendo alrededor de Dios a decirle: “¡Henos aquí!”, y avanzando a sus órdenes, como un ejército ordenado en batalla. Isaías no es menos admirable cuando nos hace ver a todas las naciones como si nada fueran delante de Dios; que son menos que las gotas de agua que brillan en las hojas de la flor; que son como si no existieran. No obstante, la Cruz me da a Dios mucha más alta idea. Ahí veo a un Dios víctima, que se ofrece a Dios por un Dios sacerdote, y me digo: “Si se juzga de la grandeza de los reyes por la excelencia de los dones que se les hacen y por la dignidad de las personas que les sirven, ¡oh Dios eterno! ¡Cuán grande sois Vos delante de quien un Dios se abate tan profundamente: Vos, que tenéis por ministro a un Dios víctima!” Siendo verdaderamente infinito en grandeza, no podéis concebir una expresión más alta de vuestra propia grandeza. 2° La Cruz nos enseña LA INFINITA SABIDURÍA DE DIOS. ¿Qué sino una sabiduría infinita pudo encerrar la inmensidad en un Ser infinito; conciliar todos los dolores con la visión beatífica; hacer morir la inmortalidad, y ofrecer a la Justicia divina una satisfacción superior a la ofensa, desplegando al mismo tiempo todas las magnificencias de la misericordia? ¡Oh sabiduría divina, que hacéis en la Cruz tales maravillas! verdaderamente sois infinita. 3º Entre tanto, LA SANTIDAD DE DIOS NO BRILLA AQUÍ CON MENOR CLARIDAD. Veámosle perseguir en su amado Hijo hasta la sombra del pecado, castigar las apariencias con rigor inflexible para lavarlas con la sangre misma de aquel Hijo querido. 4° ¿QUÉ DIREMOS DE LA BONDAD DIVINA; DE LA BONDAD DE DIOS PADRE, QUE INMOLA A SU HIJO POR UN ESCLAVO REBELDE, MALVADO E INGRATO; DE LA BONDAD DE DIOS HIJO, QUE, CONOCIENDO LOS DESIGNIOS DE SU PADRE SE ENTREGA A LOS TORMENTOS Y A LA MUERTE POR SALVARNOS? ¿No es éste el más sublime ideal de la bondad? ¡Oh perfecciones divinas! ¡Oh grandeza! ¡Oh sabiduría! ¡Oh santidad! ¡Oh bondad! La Cruz os hace reconocer magníficamente. Hasta ahora, ¡Oh atributos de mi Dios!, No habíais brillado con tanto esplendor ante mis ojos. Hoy os consagro el resto de mi vida, para adoraros, alabaros, bendeciros y amaros.
     
PUNTO SEGUNDO - LA CRUZ NOS ENSEÑA A CONOCERNOS A NOSOTROS MISMOS
Pregunto a la Cruz cuál es mi naturaleza; y la Cruz me responde que soy un compuesto misterio de grandeza y de bajeza. Y ¡Cuántas grandezas hay en mí! La dignidad de mi ser es tan eminente, que Dios lo ha enriquecido con preferencia a los ángeles, a quienes ha dejado sin redención. Desea tanto Dios mi salvación, que, para obrarla, baja de los cielos y muere en la Cruz. Mi alma está colocada tan alta en la estimación de Dios, que, para rescatarla, ha dado la Sangre de su Hijo. Sublimes verdades, que nos enseñan a poner nuestra salvación antes que todo; a no dejar a nuestra alma, tan excelente, abatirse hasta las afecciones terrestres y sensuales, sino a mantenerse a la altura de su dignidad, por una vida santa y pura. Además de nuestra grandeza, la Cruz nos enseña nuestra bajeza: Nos dice que el pecado nos ha arrojado a una miseria tan profunda, que somos, por nosotros solos, incapaces de levantarnos, incapaces aún de ofrecer a Dios ofendido la menor reparación; nos enseña que el pecado original ha dejado en nosotros una inclinación al mal, un deseo de lo que está prohibido, un corazón tan duro, tan malo, que un Dios no ha podido conquistarnos sino al precio de su muerte en una Cruz. ¡Oh! ¡Cuán poco valemos! Y aun así, ¡Cuán poco lo ha conseguido! ¡Cuán miserables somos! ¡Cuán humildes, penitentes, contritos y mortificados deberíamos ser! Tales son las lecciones que nos da la Cruz.

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